A nosotras, no solo nos educan en la sensibilidad, lo cual me parece perfecto, sino que cuando somos pequeñas nos meten por vena el cuento del príncipe azul. Y claro, luego cuando nos hacemos grandes, el cuento se va al garete.
El príncipe azul se ha perdido en el bosque, en el cual se ha vuelto bandolero, o el traje deja de ser azul para ser de colorines o de cualquier color combinado con el caqui (lo cual le desfavorece bastante) sus modales los perdió también y ahora es más salvaje, más sucio, más guerrero. Va marcando territorio y sembrando semillas en toda aquella doncella que se cruza por el camino y se deja encandilar por su roído y sucio traje.
Y claro, aquellas que nos educamos en esa historia, nos hemos dado cuenta de que el príncipe no merece la pena. A lo mejor hay que ir paseando por el bosque, viendo todos los príncipes que hay en él, a ver cual es el que conserva mejor el traje, a ver cual es el mantiene sus modales, el que nos va a tratar mejor, y luego catarlo y luego dejarlo ir, sin repetir, ehh!!!, que si repites te pillas por ese príncipe y claro, ya la tenemos liada. Y como también nacemos con un gen que hace que nos motemos nuestras propias historias en la cabeza pues a veces nos confundimos. Y como ellos nacen con otro gen que les impide ser claros en sus comentarios y explicaciones de los sentimientos, porque no se lo han enseñado cuando eran pequeños... pues al final lo que ocurre es que te pillas por un príncipe que no te corresponde y que te rompe el corazón, aunque él no lo quiera.
Y entonces, hay que sacar el loctite para estos casos especiales y pegar el corazón roto, y pegar el pensamiento y sellar la boca para no volver a hablar de esa historia, que fue pero no terminó.
Y vuelves al camino y ya pasas de los príncipes, porque ya no los buscas de colores, y vas besando aquello que se mueve, las ardillas, los leones, las ranas, a ver si entre esas criaturas hay algún príncipe encantado que se despierte con tu beso de princesa descolorida...
El príncipe azul se ha perdido en el bosque, en el cual se ha vuelto bandolero, o el traje deja de ser azul para ser de colorines o de cualquier color combinado con el caqui (lo cual le desfavorece bastante) sus modales los perdió también y ahora es más salvaje, más sucio, más guerrero. Va marcando territorio y sembrando semillas en toda aquella doncella que se cruza por el camino y se deja encandilar por su roído y sucio traje.
Y claro, aquellas que nos educamos en esa historia, nos hemos dado cuenta de que el príncipe no merece la pena. A lo mejor hay que ir paseando por el bosque, viendo todos los príncipes que hay en él, a ver cual es el que conserva mejor el traje, a ver cual es el mantiene sus modales, el que nos va a tratar mejor, y luego catarlo y luego dejarlo ir, sin repetir, ehh!!!, que si repites te pillas por ese príncipe y claro, ya la tenemos liada. Y como también nacemos con un gen que hace que nos motemos nuestras propias historias en la cabeza pues a veces nos confundimos. Y como ellos nacen con otro gen que les impide ser claros en sus comentarios y explicaciones de los sentimientos, porque no se lo han enseñado cuando eran pequeños... pues al final lo que ocurre es que te pillas por un príncipe que no te corresponde y que te rompe el corazón, aunque él no lo quiera.
Y entonces, hay que sacar el loctite para estos casos especiales y pegar el corazón roto, y pegar el pensamiento y sellar la boca para no volver a hablar de esa historia, que fue pero no terminó.
Y vuelves al camino y ya pasas de los príncipes, porque ya no los buscas de colores, y vas besando aquello que se mueve, las ardillas, los leones, las ranas, a ver si entre esas criaturas hay algún príncipe encantado que se despierte con tu beso de princesa descolorida...
En recuerdo al "mecánico del amor"