Da para muchas miradas y para poca ropa. Lo uno lleva a lo otro.
Y las mujeres somos... unas cabronas, lo reconozco. Pero es que hace mucho calor y por supuesto, cada una enseña lo que puede enseñar.
Estas son las historias de miradas furtivas que me han ocurrido recientemente.
Este verano estaba limpiando mi amado coche y recordé que necesitaba un producto para quitar unos rayones del cristal. Fui hacia el chico que estaba de encargado en el lavadero y le pregunté si lo tenía, a lo que respondió que no, pero que allí en frente había una tienda enorme de repuestos y que posiblemente allí lo pudiera comprar. Me indicó que podía dejar allí que el coche que no pasaba nada. Y con las mismas, crucé la carretera.
Voy a explicar como iba vestida porque sino no se va a entender la historia. No es que tenga un cuerpo espectacular, pero tengo unos buenos "panes" (como dice uno de mi pueblo) y llevaba una camiseta de colores pastel (rosas principalmente, que me sientan muy bien) muy escotada y unos pantalones blancos.
Entré en la tienda y me encontré una ristra de mostradores todos en línea detrás de los cuales solo había hombres. Me acerqué al que me pareció que sería el correcto (cada uno era para una cosa diferente) y en el cual había 4 tíos para atender y sin hacer nada ninguno. Me dirigí al que me preguntó qué quería, se lo dije y le expliqué lo que necesitaba. El caso es que el tío muy amablemente me explicó que eso no lo tenían allí, un montón de cosas más y algún sitio donde poder encontrarlo. La conversación se alargó más porque yo no soy autóctona de la ciudad, así que para explicarme donde podía encontrar el producto nos llevo más tiempo. Todo esto con los otros 3 tíos mirándome sin decir nada, claro; y aunque no les miré me apuesto cualquier cosa que a los ojos no me estaban mirando precisamente. Además, por suerte para ellos, yo soy bajita y cualquier alto puede ver en mis escotes todo aquello que no se me ve desde abajo. Como me dijo una vez un amigo que mide 1,90 y pico, "Oye, no sé si sabrás que se te ve todo por ahí!!" A lo que le respondí, que todo todo, no se veía, solo que él imaginaba más de la cuenta.
Lo gracioso de la historia, no es que los otros 3 estuvieran mirando donde fuera, sino los esfuerzos que hizo el dependiente por darme todas aquellas explicaciones sin mirarme el escote, jejeje. Me fui con una sonrisa en la boca., que mal lo pasó el hombre!! Y cómo me hubiera gustado saber los comentarios que hicieron cuando yo salí de la tienda!!
La otra situación me ha ocurrido el fin de semana pasado. He ido a la capital por cuestiones de sexo, nunca mejor dicho, y el domingo por la mañana a las 8:30 de la mañana estaba montada en el metro recorriendo la ciudad. Me monté en un vagón que estaba casi vacío y que se fue ocupando a lo largo del trayecto. Iba leyendo un libro cuando me doy cuenta que en el vagón de al lado hay un grupo de jovencitas (yo calculo entre los 18 y 20 años) que están armando algo de jaleo. Posiblemente vendrían de estar de fiesta. Las 4 amigas van vestidas de la misma guisa, incluso con los mismos zapatos, de tacón alto, monísimos, unas minifaldas de escandalo (que más bien parecían cinturones anchos) y sus respectivos tops, palabra de honor, escotados... No solo estan hablando en alto, sino que además se estaban atusando, arreglándose o no sé si decir coqueteando, en el reflejo que les proporcionaba el cristal de la puerta de su vagón. Una a una se iban levantando y arreglándose. La situación me pareció muy curiosa y yo las miré analizando la vestimenta (por si había algo que me gustara, los zapatos eran preciosos) y después mi atención se volvió a centrar en el libro. Cuando iba a leerlo de nuevo, me doy cuenta que en la dirección en la que miraba, los hombres que estaban entre yo y las chicas estaban mirándolas, pero mi sorpresa es aún mayor cuando giro la cabeza hacia el otro lado y veo a todos los hombres que alcanzaba mi vista y las curvas del recorrido, que estaban mirando, despertándose del sueño del sábado por la noche, con la visión de 4 jovencitas atusándose. Todos, y cuando digo todos, digo todos, miraban casi babeando, como si estuvieran viendo una aparición.
Y es que, qué fácil es llamar la atención de un hombre, despertarle por la mañana con un buen par de piernas largas y unos buenos escotes.
Y que perras somos las mujeres que de sobra lo sabemos y en ocasiones lo hacemos adrede, jeje.
Sonreí y seguí con mi lectura sexual.
Y las mujeres somos... unas cabronas, lo reconozco. Pero es que hace mucho calor y por supuesto, cada una enseña lo que puede enseñar.
Estas son las historias de miradas furtivas que me han ocurrido recientemente.
Este verano estaba limpiando mi amado coche y recordé que necesitaba un producto para quitar unos rayones del cristal. Fui hacia el chico que estaba de encargado en el lavadero y le pregunté si lo tenía, a lo que respondió que no, pero que allí en frente había una tienda enorme de repuestos y que posiblemente allí lo pudiera comprar. Me indicó que podía dejar allí que el coche que no pasaba nada. Y con las mismas, crucé la carretera.
Voy a explicar como iba vestida porque sino no se va a entender la historia. No es que tenga un cuerpo espectacular, pero tengo unos buenos "panes" (como dice uno de mi pueblo) y llevaba una camiseta de colores pastel (rosas principalmente, que me sientan muy bien) muy escotada y unos pantalones blancos.
Entré en la tienda y me encontré una ristra de mostradores todos en línea detrás de los cuales solo había hombres. Me acerqué al que me pareció que sería el correcto (cada uno era para una cosa diferente) y en el cual había 4 tíos para atender y sin hacer nada ninguno. Me dirigí al que me preguntó qué quería, se lo dije y le expliqué lo que necesitaba. El caso es que el tío muy amablemente me explicó que eso no lo tenían allí, un montón de cosas más y algún sitio donde poder encontrarlo. La conversación se alargó más porque yo no soy autóctona de la ciudad, así que para explicarme donde podía encontrar el producto nos llevo más tiempo. Todo esto con los otros 3 tíos mirándome sin decir nada, claro; y aunque no les miré me apuesto cualquier cosa que a los ojos no me estaban mirando precisamente. Además, por suerte para ellos, yo soy bajita y cualquier alto puede ver en mis escotes todo aquello que no se me ve desde abajo. Como me dijo una vez un amigo que mide 1,90 y pico, "Oye, no sé si sabrás que se te ve todo por ahí!!" A lo que le respondí, que todo todo, no se veía, solo que él imaginaba más de la cuenta.
Lo gracioso de la historia, no es que los otros 3 estuvieran mirando donde fuera, sino los esfuerzos que hizo el dependiente por darme todas aquellas explicaciones sin mirarme el escote, jejeje. Me fui con una sonrisa en la boca., que mal lo pasó el hombre!! Y cómo me hubiera gustado saber los comentarios que hicieron cuando yo salí de la tienda!!
La otra situación me ha ocurrido el fin de semana pasado. He ido a la capital por cuestiones de sexo, nunca mejor dicho, y el domingo por la mañana a las 8:30 de la mañana estaba montada en el metro recorriendo la ciudad. Me monté en un vagón que estaba casi vacío y que se fue ocupando a lo largo del trayecto. Iba leyendo un libro cuando me doy cuenta que en el vagón de al lado hay un grupo de jovencitas (yo calculo entre los 18 y 20 años) que están armando algo de jaleo. Posiblemente vendrían de estar de fiesta. Las 4 amigas van vestidas de la misma guisa, incluso con los mismos zapatos, de tacón alto, monísimos, unas minifaldas de escandalo (que más bien parecían cinturones anchos) y sus respectivos tops, palabra de honor, escotados... No solo estan hablando en alto, sino que además se estaban atusando, arreglándose o no sé si decir coqueteando, en el reflejo que les proporcionaba el cristal de la puerta de su vagón. Una a una se iban levantando y arreglándose. La situación me pareció muy curiosa y yo las miré analizando la vestimenta (por si había algo que me gustara, los zapatos eran preciosos) y después mi atención se volvió a centrar en el libro. Cuando iba a leerlo de nuevo, me doy cuenta que en la dirección en la que miraba, los hombres que estaban entre yo y las chicas estaban mirándolas, pero mi sorpresa es aún mayor cuando giro la cabeza hacia el otro lado y veo a todos los hombres que alcanzaba mi vista y las curvas del recorrido, que estaban mirando, despertándose del sueño del sábado por la noche, con la visión de 4 jovencitas atusándose. Todos, y cuando digo todos, digo todos, miraban casi babeando, como si estuvieran viendo una aparición.
Y es que, qué fácil es llamar la atención de un hombre, despertarle por la mañana con un buen par de piernas largas y unos buenos escotes.
Y que perras somos las mujeres que de sobra lo sabemos y en ocasiones lo hacemos adrede, jeje.
Sonreí y seguí con mi lectura sexual.